sábado, octubre 06, 2012

Los estudios más curiosos de la relación entre música y ciencia

El Mercurio


Perros que se duermen escuchando a Beethoven y que se alteran con Slayer. Niños que desarrollan habilidades sociales jugando con melodías. Suaves arreglos instrumentales que hacen bajar de peso. No hay límite para los científicos interesados en las propiedades de la música.

Andrés Panes

Las canciones exitosas son todas iguales

Curioso, pero también muy controvertido, el estudio de Joan Serrá, una experta en inteligencia artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, planteó que los éxitos musicales de la actualidad son cada vez más parecidos entre sí y, además, se han vuelto ruidosos. Usando una base de datos conocida como Million Song Dataset, un archivo público que contiene -literalmente- un millón de canciones, el equipo de la académica analizó los aspectos técnicos de canciones de entre 1955 y 2010, a través de algoritmos. Acordes, melodías y sonidos utilizados fueron algunos de sus parámetros para determinar que, en este momento, el pop ofrece menos variedad que nunca y que su creatividad ha disminuido en los últimos cincuenta años.

"Hemos encontrado evidencia de una progresiva homogenización en el discurso musical", declara el paper firmado por Serrá. Una "guerra de ruido" estaría siendo librada, según el documento, consistente en anular los timbres sonoros y dejar todo parejo, demasiado fuerte como para distinguir su riqueza. Por supuesto, la polémica sobre la veracidad de estas aseveraciones no se hizo esperar, aunque los puristas le encontraron toda la razón.

Beethoven mejora el sueño canino

Los animales en cautiverio son propensos a cuadros de ansiedad y depresión a causa del aislamiento y las restricciones que conlleva el encierro. Pero un grupo de psicólogos veterinarios de la Universidad de Colorado, con la doctora Lori R. Kogan a la cabeza, intuyó que la música podía mejorar sus condiciones de vida. Para comprobarlo, acudieron a un refugio canino y a una perrera. En total, ambos lugares sumaban 117 ocupantes, los que fueron expuestos a 45 minutos diarios de heavy metal y música clásica, entre otros estilos, durante cuatro meses.

El desenlace: los perros que escucharon piezas doctas, especialmente "Claro de luna" de Beethoven, presentaron cambios conductuales positivos. Durmieron más y se mostraron tranquilos, al contrario de cuando oían rock pesado. "Journal of Veterinary Behavior", la revista donde se publicó el artículo de Kogan y su equipo, cita la canción "Angel of death" de Slayer (erróneamente adjudicada a Judas Priest) como la que más intranquilidad y nerviosismo causó entre los animales.

Sirve para adelgazar

Los locales de comida rápida no tienen fama de ser lugares relajados. Se caracterizan por todo lo contrario: colores chillones, luces fuertes y un entorno que no invita a la distensión. Ese ambiente fue el objeto de estudio de Brian Wansink, un profesor de márketing y comportamiento del consumidor en la Cornell University de Nueva York. Su experimento consistió en intervenir el ala de un restaurante fast food de Illinois con suave música instrumental a través de los parlantes, y una atmósfera acorde: iluminación tenue, plantas, manteles y velas. El menú, en cambio, quedó intacto.

Las personas que comieron en esa sección fueron observadas y encuestadas. El estudio arrojó que su consumo de calorías bajó de 949 a 775; es decir, un 18 por ciento menos. Pese a ordenar lo mismo, los sujetos investigados masticaron más lento y no dejaron vacíos sus platos. Consultados al terminar, todos concordaron en que la música reposada aumentó su grado de satisfacción con los alimentos, contradiciendo la idea de que sentarse en la mesa con tiempo y tranquilidad hace pedir mayores cantidades de comida.

Aumenta el rendimiento físico

Desde la invención del personal estéreo, en 1977, correr y escuchar música se han vuelto actos complementarios. Hasta la USATF, entidad que regula los deportes de carreras en Estados Unidos, tuvo que pronunciarse al respecto, criticando el uso de dispositivos móviles de audio y prohibiéndolos en competencias profesionales. Pero su argumento para justificar esta medida decía relación con la seguridad (no poder oír el tráfico, por ejemplo), jamás con el desempeño.

Costas Karageorghis, especialista en la relación entre deportes y música, investigó durante años el fenómeno, financiado por la Brunel University de Londres. Sus observaciones arrojaron que el rendimiento atlético mejoraba en un 15 por ciento con audífonos puestos. Acorde al estudio, el flujo de sangre que llega al cerebro se ve afectado por los sonidos y tiene un efecto que puede ser estimulante o relajante -útil para tramos cortos y largos, respectivamente-, dependiendo de lo que se oiga. En todos los casos, la distracción que ofrecen las canciones ayuda a desatender la sensación de fatiga que puede causar la actividad física.

El pop se ha vuelto depresivo y ambiguo

1.010 canciones, extraídas de las listas de fin de año de la revista Billboard entre 1965 y 2009 fueron analizadas en el estudio "Apuntes emocionales en la música popular americana: Cuatro décadas del Top 40". El sondeo concluyó que, con el paso del tiempo, el pop se ha vuelto más triste. El uso de tempos lentos y acordes menores, combinación asociada a la pena y lo oscuro, creció considerablemente hasta llegar a su punto cúlmine en los 90, la era del grunge y el rock alternativo. Hoy en día, sin embargo, lo que se estila, según este estudio, es la ambigüedad emocional. O sea, tempos rápidos con acordes mayores o viceversa.

El autor, Glenn Schellenberg, psicólogo de la Universidad de Toronto, postula que el ascenso del consumismo y el individualismo en la sociedad contemporánea tiene la culpa. Dice que las personas ansían parecer inteligentes y las canciones que sólo proyectan felicidad son vistas como ingenuas e infantiles. Lady Gaga es sindicada por el académico como una excepción actual a la regla, gracias a su capacidad de producir canciones frontalmente alegres sin despertar resquemores al respecto.

Forma niños comprensivos

Mientras la educación se enfoca en el éxito académico, basado en la consecución de calificaciones, los colegios pierden interés en la formación emocional y social de sus alumnos. Luego de advertirlo, miembros de la Facultad de Música de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, comenzaron un período de observación semanal con un grupo de 52 niños, de entre 8 y 11 años. De forma aleatoria, los pequeños fueron divididos en grupos separados por énfasis: juegos musicales, actividades teatrales y un tercer conjunto -más convencional- que realizó labores de baja interacción como las que se llevan a cabo en la mayoría de las escuelas.

Antes y después del estudio, los niños fueron sometidos a un test de empatía, es decir, se midió su capacidad para entender los estados emocionales de otros. Al cabo de un año, terminado el período de examinación, los que se relacionaron a través de la música presentaban mejores resultados y mayor facilidad para comprender al resto de sus compañeros. Para los profesores involucrados, esta habilidad emocional hace que los estudiantes tengan una buena impresión de sí mismos y, de esta forma, estén más prestos a descubrir cosas nuevas y desarrollen interés en los contenidos impartidos dentro de un establecimiento educacional.

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